domingo, 2 de julio de 2023
Una carmelita descalza habla de su relación con María
El cuadro del artista español Arístides Artal representa a Jesús dando sus primeros pasos en el hogar de Nazaret, en un contexto de sencillez familiar.
"Proclama mi alma la grandeza del Señor y me alegro en Dios, mi Salvador". Cuando María cantó el Magníficat, llevaba ya mucho tiempo viviéndolo. Había recogido el mensaje de las grandes mujeres del Antiguo Testamento, para demostrarnos que nada se improvisa, que la vida se transmite a través de los testigos de lo esencial.
Las expresiones del Magníficat, más que contarnos el pasado, anuncian el futuro; son el grito de la esperanza y la acogida de la promesa. Por eso, María no solo lo cantó aquella tarde, sino que lo vivió en todos los momentos de su existencia y lo quiere continuar a través de los tiempos: "Por eso me felicitarán todas las generaciones".
La Biblia no nos cuenta mucho de la vida de María después de la resurrección de su Hijo. Hay tradiciones sobre si estuvo en Éfeso o en Patmos con el discípulo Juan. Lo que sí sabemos por los Hechos de los apóstoles es que estaba presente en el nacimiento de la Iglesia en Pentecostés, unida a los que "perseveraban en la oración con María, la Madre de Jesús".
Por eso la invocamos como madre y hermana de los discípulos de Cristo, porque es "de los nuestros" desde el principio. Desde entonces ha gozado y ha sufrido con los "hermanos de su Hijo", siempre acompañando nuestra oración.
En el Oriente cristiano se cuenta que Andrés -que sería el último apóstol en morir-, al llegar al cielo y tras saludar al "Dueño" y a las jerarquías angélicas, buscó a sus amigos de Galilea: "Pedro, ¿qué tal por la portería?"; "Tomás, ¿ya te lo acabaste de creer?"; "Oye, Juan, te encuentro tan joven como siempre"; "¿Y María? No la veo por aquí"... "No está", oyó que le respondían, "se ha bajado para ayudar en la Tierra. Ya sabes cómo es".
Me entusiasma esta leyenda, porque cuando el Hijo de la Señora predicaba por los caminos de este mundo insistía mucho en el "convertíos... acoged el Reino... vivid la vida nueva…" Por eso, más que ver a María entre nubes, con vestidos de reina y coronas de brillantes, prefiero verla caminar con sandalias y túnica sencilla, con olor a tierra, peregrina de la fe, cantando lo que Dios hizo con ella y quiere hacer con nosotros: "Me tomó de la mano, demostrando su misericordia".
Hermana Montserrat de la Cruz, carmelita descalza.
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