jueves, 19 de julio de 2012

Nuestra Señora, madre de la divina gracia: Oraciones



Desde antiguo, los carmelitas descalzos tenemos una celebración en honor de la Virgen María como «Madre de la Divina Gracia», ya que esta advocación está muy unida a la historia de la Orden. El Concilio Vaticano II, en el capítulo referente a María en la constitución sobre la Iglesia, justifica así esta invocación: «La Santísima Virgen, concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó de forma incomparable a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra Madre en el orden de la gracia» (LG 61).


Oración colecta. Padre celestial, por un misterioso designio de tu amor, has querido que la Virgen María fuese Madre del autor de la gracia y estuviese asociada a él en el misterio de la redención humana; que ella nos alcance con profusión tus dones y nos conduzca hasta el puerto de la salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Oración sobre las ofrendas. Recibe, Padre, este sacrificio de propiciación y de alabanza y, por la fuerza de tu Santo Espíritu, transfórmalo en el sacramento de nuestra redención, para que al participar en la reconciliación que Jesucristo, nuestro mediador, nos ha obtenido, por intercesión de la Virgen María, sea también para nosotros una fuente de gracias y un manantial inagotable de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Prefacio. 
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantemos hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria en la conmemoración de la Bienaventurada y siempre Virgen María. Unida íntimamente al misterio de Cristo no cesa de ser Madre de nuevos hijos en la Iglesia y con su ejemplo los guía a seguir el camino de la caridad perfecta. Ella, con su afecto maternal y el encanto de sus virtudes, ha suscitado en la Iglesia la Orden del Carmelo y le ha dado un signo de su protección. Ella es el modelo de nuestra vida consagrada al servicio de Cristo, en la contemplación de la Palabra y en la entrega generosa a los hermanos. Por este don inmenso de tu amor te damos gracias y proclamamos tus grandezas cantando con los ángeles: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.

Oración después de la comunión. Padre santo, recreados en las fuentes de la vida, te pedimos humildemente, por la virtud de este sacramento y la intercesión de la Virgen María, que unidos más estrechamente a Cristo, nuestro mediador, colaboremos con creciente fidelidad al misterio de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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