viernes, 16 de junio de 2023

Santa Teresita y el Sagrado Corazón


Aunque sus orígenes son anteriores, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se generalizó en el s. XIX y se identificó con los deseos de «reparación» y «expiación» por los pecados. Se insistía en el dolor que causan a Jesús las espinas que le clavamos cada día y en expresiones similares para invitar al arrepentimiento. 

Los numerosos textos y oraciones de la época usan un lenguaje ampuloso, retórico y reiterativo, y suelen presentarse como «actos de desagravio» por los ultrajes, que se recogen en listas interminables. 

Santa Teresita usa un lenguaje distinto porque tiene una mentalidad distinta, menos moralista y más bíblica. Ella ve en el corazón de Jesús la imagen de su amor infinito, que quiere comunicarse a todos los hombres. Se ve perfectamente en la poesía que vamos a analizar (Poesía 23). En ella expresa cómo comprende esta devoción. 

Aquí, santa Teresita habla del amor personal de Jesús, que acepta a su amada tal como es, que ama todo lo que hay en ella, que la ama para siempre: «Yo quiero un corazón ardiente de ternura que me sirva de apoyo sin jamás vacilar, que todo lo ame en mí, incluso mi pobreza, que nunca me abandone, ni me olvide jamás». Que no ame solo lo bonito que hay en ella y que no solo la ame cuando se lo merece, sino que ame todo en ella y que la ame siempre; cuyo amor no dependa de los méritos de ella, sino de la generosidad de él.

En el mismo poema, afirma que este amor se manifestó con plena claridad cuando Jesús resucitado llamó a María Magdalena por su nombre, consolándola, infundiendo en ella la paz y la alegría. El amor de Jesús por Teresa, a la que también llama por su nombre, que conoce su historia, que la acepta sin reservas, se convierte en una fuente de paz y de confianza absoluta, ya que está segura de que nada ni nadie la podrá separar de su amado. 

Teresa está convencida de que, como todas nuestras obras carecen de valor ante Dios, no podemos comprar el cielo; es tan valioso que es imposible adquirirlo con medios humanos. Cristo lo ha adquirido para nosotros a precio de su sangre. Y nos lo ofrece gratis. Tenemos que recibirlo como un don, ya que «todo es gracia». Santa Teresita acoge agradecida el amor infinito de Jesús y, como respuesta, solo quiere amarle sin medida y hacerle amar.

Teresa no tiene miedo del juicio ni del purgatorio. Su juez será el que la ha amado hasta el extremo, hasta dar la vida por ella, por lo que la muerte solo será el momento definitivo en que hará experiencia plena de ese amor, finalmente sin límites ni condiciones: «Por purgatorio escojo tu amor consumidor». Ese amor la purificará, la renovará, la glorificará. No desea (ni teme) nada más.

1. Sobre el sepulcro santo María Magdalena
buscando a su Jesús se inclinaba llorando. […]

2. Mostrándole primero su santa Faz gloriosa,
una sola palabra del Corazón le brinca,
y murmurando el nombre tan dulce de “¡María!”,
Jesús le da la paz y la inunda de dicha. […]

4. Yo quiero un corazón ardiente de ternura
que me sirva de apoyo sin jamás vacilar,
que todo lo ame en mí, incluso mi pobreza,
que nunca me abandone, ni me olvide jamás. […]

5. ¡Cómo me has comprendido, único Amigo que amo,
mi corazón robaste, haciéndote mortal
y vertiendo tu sangre, ¡oh supremo misterio!
Y aún vives desvelado por mí sobre el altar. […]

6. Corazón de Jesús, tesoro de ternura,
tú solo eres mi dicha y mi única esperanza. […]

7. Sé que nuestras justicias y todos nuestros méritos
carecen de valor a tus divinos ojos.
Para hacer meritorios mis pobres sacrificios,
sobre tu Corazón divino los arrojo. […]

8. He escogido para mi purgatorio
tu amor consumidor, ¡Corazón de mi Dios!
Mi desterrada alma, al dejar esta vida,
quisiera hacer un acto del más sincero amor;
y enseguida, volando a tu Patria del cielo,
tomar como morada tu Sagrado Corazón.

Texto tomado de mi libro Santa Teresa de Lisieux. Vida y mensaje, editorial Monte Carmelo, Burgos 2017 (páginas 121-125).

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