Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 27 de junio de 2018

Aida Taveras recuerda su peregrinación a Tierra Santa y Roma


Hoy hace ya una semana que he regresado y, desde entonces, en cada lectura del Evangelio de la misa diaria, en cada misterio del Rosario que medito, viene a mi memoria esta maravillosa peregrinación a Tierra Santa, donde nació y murió el Salvador del Mundo.

No hay palabras para agradecer al Señor haber tenido el privilegio de pisar la tierra de Jesús, José y María. En esta peregrinación le pedía al Padre que me aumentara la fe, y creo que lo he conseguido.  

Pudiera durar muchos párrafos contando cada experiencia: en el lugar de la Anunciación, en el lugar de la Natividad, en la Vía Dolorosa acompañando al Señor en el Vía Crucis, en el Santo Sepulcro, en el Huerto de los Olivos, en Jericó mirando el Monte de las Tentaciones, en el lugar de la Visitación en Ein Karem, en la montaña donde está esa iglesia tan bonita que conmemora donde Santa Isabel escondió a San Juan el Bautista cuando Herodes mandó matar todos los niños menores de dos años, la fuente donde la Virgen tomaba agua, el paseo por el Mar de Galilea, pensando en la tormenta y en el abandono en el Señor, ese lugar tan hermoso del Monte de las Bienaventuranzas, el Monte Carmelo donde vivió el Profeta Elías, y donde surge la Advocación a la Estrella del Mar, el bautizo en el Río Jordán, el lugar de la Dormición, Caná de Galilea, donde esos matrimonios renovaron sus votos, Emaús, en fin,cada uno de estos lugares me tocaron profundamente.  Pero lo mas importante es que siguen tocando mi alma y alegrando mi espíritu. Tiene un efecto prolongado que no puede abandonarte, y que crece cada día.

Conocer a la Santa carmelita descalza que fundó en la India, Belén y Nazareth, Santa Mariam Baouardy, María de Jesús Crucificado, fue toda una experiencia para mí. Quiero conocerla más y a través de ella amar mejor a Jesús. Me tocó mucho lo que nos contó que ella dijo que en el cielo se encuentran todos los pecados menos el orgullo y que en el infierno se encuentra todas las virtudes menos la humildad. Así que podemos ir al cielo aunque tengamos defectos, si somos humildes. Y podemos ir al infierno aunque tengamos virtudes, si somos orgullosos.

Celebrar esa misa en Emaús, donde la Santa del Carmelo dijo que se encontraba, y haberla podido ofrecer por aquellos que nos han precedido. Visitar a las monjitas carmelitas de Nazaret... todo fue maravilloso.

Incluso oír las oraciones de las mezquitas en Belén, dormir en ese lugar tan especial al lado de la Natividad, donde han dormido tantos papas. ¡Ah! Jerusalén no se puede quedar: visitar el Muro de las Lamentaciones y ver cómo oran nuestros hermanos judíos, ver a los hermanos ortodoxos, tantas iglesias que conviven en Jerusalén, nos ayuda a entender más y mejor, a ser más ecuménicos, como quiere el papa Francisco.

De Roma, qué puedo decirle; con usted todo es diferente, se percibe diferente, sabe diferente, se aprende diferente. Visitar San Juan de Letrán, la Basílica de San Pedro, los Museos Vaticanos... todo es nuevo para mí, aunque había ido otras veces.  

La audiencia papal, ver tantos hermanos jóvenes, niñitos e incluso bebés, de todas partes del mundo, unidos en la fe, especialmente me impresionaron los chicos de Marsella y Polonia.  Hay esperanza para la Iglesia Católica, cada miércoles en la audiencia papal se demuestra eso.   

Por otro lado, visitar Castel Gandolfo y esa cena en Ariccia, donde danzamos, todo fue una bellísima experiencia.

De los autobuses, lugares de alojamiento y la comida, solo queda agradecimiento, cada lugar preparado con mucho amor y esmero.  Gracias, padre Eduardo por ser instrumento de Dios para proporcionarnos esta maravillosa experiencia, de la cual una sola vez no basta. Gracias también a Abel por toda su dedicación.

Por último, pero no menos importante, conocer toda la gente linda que nos acompaño en esta peregrinación... no hubiese sido igual, sin uno menos de ellos.   

que manejar grupos grandes es difícil pero también son muy enriquecedoras. Cada persona tiene su historia y todos, al igual que mi hija Mabel y yo, hemos encontrado en esta experiencia lo que estábamos buscando, pero nos llevamos mucho más, algo inolvidable para toda la vida de fe, de oración y que nos ha tocado para el resto de nuestras vidas.

Con todo mi afecto, le deseo un mar de bendiciones y gracias para usted y su familia del Carmelo. Saludos cordiales, Aida Taveras.

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