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jueves, 21 de abril de 2022

Teología judía sobre la Pascua


La pregunta retórica de Moisés: «Cuando os pregunten vuestros hijos: “¿Qué significa para vosotros este rito?”», entró a formar parte de la celebración pascual. El deseo de dar una respuesta cada vez más profunda llevó a una reflexión rica y abundante.

A partir del Exilio, además de recordar en la Pascua las obras de Dios a favor de su pueblo, surgió la idea de que su celebración también sirve para expiar los pecados y para renovar la alianza: «Celebraréis la Pascua durante siete días, comiendo pan sin levadura. El príncipe sacrificará por sí mismo y por todo el pueblo un novillo en sacrificio por el pecado. Durante los siete días de la fiesta ofrecerá […] sacrificio de expiación por el pecado» (Ez 45,21-22).

Filón de Alejandría (judío contemporáneo de Cristo) testimonia un enriquecimiento posterior de la teología pascual, que tuvo lugar con la interpretación alegórica en el judaísmo helenístico. 

Hablando de la cena pascual, comenta cómo los cabezas de familia mataron las víctimas en Egipto, sin esperar la llegada de los sacerdotes y lo siguieron haciendo así en los años posteriores en el Templo. De esta manera, la Pascua convertía a todos los israelitas en un «pueblo sacerdotal» (Ex 19,6). 

Cuando trata de la salida de Egipto, traduce la palabra hebrea «Pascha» en griego por «Diábasis» (que significa «paso») y la interpreta como una invitación a pasar de las pasiones a la razón, del vicio a la virtud, por medio de la conversión, la purificación, la ascesis y la contemplación, hasta el éxtasis final. Según él, todos los que participan de una dignidad sacerdotal, están llamados a realizar ese camino.

En los tiempos anteriores al Nuevo Testamento, se generalizó la opinión de que durante una fiesta pascual se manifestaría el Mesías esperado. 

El poema de las cuatro noches del Targum Neofiti I expone perfectamente la comprensión de la Pascua en tiempos de Jesús, que servía para conmemorar juntas la creación, la elección de Abrahán, la salida de Egipto y la promesa de la futura manifestación del Mesías: «Cuatro son las noches escritas en el Libro de las Memorias. La primera noche: cuando se apareció YHWH sobre el mundo para crearlo […]. La noche segunda: cuando Yahvé se apareció a Abraham […]. La tercera noche: cuando Yahvé se apareció a los egipcios a media noche […]. La Cuarta Noche: cuando llegue el mundo a su fin para ser redimido […]. Esta es la noche de la Pascua […], reservada y fijada para la redención de todas las generaciones de Israel».

Estos son los principales acontecimientos celebrados en la Pascua, aunque no los únicos, ya que también se asociaron a la Pascua la liberación de José de la cárcel de Egipto, la caída de Jericó, la victoria sobre Senaquerib, el ayuno de Ester, la liberación de los jóvenes del horno ardiente y otros episodios bíblicos. 

De alguna manera, todas las grandes intervenciones de Dios, desde la creación del mundo hasta la redención final, se pusieron en relación con la Pascua, que llegó a unir la memoria de la liberación y de la alianza con la esperanza en la venida del Mesías y en el reino escatológico, ya que la cena ritual de Pascua servía al mismo tiempo para conmemorar el pasado y para anunciar la liberación futura.

La cena de «Pesaj» se llama «Seder», que significa «orden», ya que se sigue un orden antiguo, que fue puesto por escrito después de la destrucción de Jerusalén, en el texto llamado «Hagadá de Pesaj» (que significa literalmente «narración de Pascua»). 

En las distintas ramas del judaísmo pueden cambiar las oraciones o el menú, pero todas conservan el relato de la salida de Egipto, la bendición del pan ácimo y del vino, así como las preguntas de los niños y las explicaciones de los mayores. 

Estos datos nos ayudan a comprender el sentido de la Pascua de Jesús, ya que son su contexto.

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