Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 11 de abril de 2015

Mi Semana Santa en Roma


Mi amiga Paqui Alonso ha pasado la Semana Santa en Roma con su esposo José Manuel Montesinos, uno de sus hijos y la novia de aquel. Me ha dado mucho gozo volver a encontrarlos y compartir con ellos la fe y la esperanza. Después de regresar a España, Paqui ha escrito esta crónica para compartirla con los amigos del blog:

La verdad es que, durante muchos años, tuve mis prejuicios ante el hecho de viajar durante los días de Semana Santa, creyendo que mi deber era quedarme en casa, en mi parroquia, con mi comunidad habitual. Y debo confesar que muchas veces me he atrevido a juzgar en mi interior  a personas que no hacían lo mismo que yo, tachándolas de poco comprometidas.

Creo que el Señor ha sido bueno conmigo ayudándome tanto a procurar meterme solo en mis asuntos como a aceptar con más libertad otras mociones que con el tiempo él mismo ha ido poniendo en mi corazón. Esto me ha permitido conocer a gente maravillosa con la que he celebrado la Pascua igualmente y, a la vuelta, compartir con mi comunidad habitual algo de lo vivido, cosa con la que nos enriquecemos todos.

Este año he tenido el privilegio de pasar los días de Pascua en Roma, con casi toda mi pequeña familia (faltaba mi hijo menor). El plan prioritario para mí era celebrar lo más cristianamente posible esos días y, bueno, con la ayuda del P. Eduardo y su comunidad de Santa Teresa del Niño Jesús, creo que lo hemos conseguido. Aunque también hemos hecho bastante de “guiris”, visitando museos, jardines y palacios preciosos, el antiguo foro...

Hay muchas personas que dicen haber visto quebrantada su fe después de visitar Roma y, en particular, el Vaticano y otros lujosísimos templos que la ciudad posee. Por suerte para mí yo nunca he sido víctima hasta ahora del escándalo al que, efectivamente, uno puede verse expuesto en lugares así. 

Desde el principio, nos tomamos el viaje como una peregrinación. El P. Eduardo, nos ayudó a visitar lugares hermosísimos de la ciudad que eran un regalo para cualquiera que ame un poco el arte y la historia; pero si además esas obras de arte se encuentran dentro de un templo, donde nada te impide recogerte un ratito ante el Señor...¿qué más puede uno pedir?

Mi marido José Manuel y yo teníamos particular interés en visitar lugares relacionados con la vida de S, Felipe Neri. Tuvimos la oportunidad, entre otras cosas, de rezar ante el altar donde reposan sus restos y pedirle ayuda para que las canciones que últimamente está componiendo José Manuel en torno a la vida y obra de este gran santo italiano (que, por cierto, para quien no lo sepa, os recuerdo que fue canonizado el mismo día que nuestra Teresa de Jesús), puedan ser algo bueno que ayude a otras personas a profundizar en la amistad con Jesús y a conocer a S. Felipe Neri, otro de los “amigos fuertes” del Señor en los “tiempos recios” que a él le tocó vivir .

También nos llevó el P Eduardo a visitar los lugares paulinos: donde estuvo encarcelado, donde fue decapitado y donde reposan sus restos: la gran basílica de S. Pablo Extramuros.

Sería muy largo de enumerar todo lo que hemos visto y visitado, porque ni siquiera soy capaz de recordar los nombres. Solo querría destacar dos cosas más:

La primera de ellas es que debemos ser humildes y admitir que la Iglesia que tanto amamos no ha sido siempre tan evangélica como nos habría gustado, pero que es bueno conocer a fondo esas sombras para comprender por qué se dieron y no volver a caer en ellas. No nos toca ahora a nosotros desentendernos de todo eso, sino orar y estar vigilantes para que nosotros mismos no volvamos a caer en los mismos errores que nuestros antepasados. 

De todas formas también en Roma el P. Eduardo nos llevó a conocer a las hermanas que vienen a ser como la rama femenina del ideal de vida de Charles de Foucauld: os aseguro que la pequeña capilla y el templo que ellas mismas han construido junto a su casa no tienen nada de grandioso, excepto el amor con que lo han construido y la preciosa humildad con la que allí se da refugio al Santísimo. Sí, esto también puedes encontrarlo en Roma y aprender una buena lección de estas mujeres y de su fundadora.

Lo segundo y último que destaco es la sensación de calidez y de verdadera fraternidad que sentí al conocer a los padres carmelitas con los que hasta ahora mismo está viviendo el P. Eduardo: el sábado compartieron su comida con nosotros y yo, personalmente, me sentí muy querida y hasta mimada. 

Solo la presencia de Jesús vivo entre nosotros puede hacer estas maravillas, ¿no estáis de acuerdo? Durante todo el triduo pascual, ellos y la pequeña comunidad que participa en la iglesia de Santa Teresita consiguieron que las celebraciones fueran vivas y verdaderamente sentidas. Ciertamente que me sentí como en mi propia casa.

Bueno, se me olvidaba deciros que el miércoles por la mañana estuvimos presentes en la audiencia del papa en la Plaza de S. Pedro, que es un gusto que por fin el papa te hable en tu propio idioma sin necesidad de traductor y que al terminar nos bendijo a todos los allí presentes y a todos nuestros seres queridos, así que ya podéis daros por aludidos todos los que me conocéis. Un beso a todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario