Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 27 de abril de 2023

Jesús es el pastor que da la vida por sus ovejas


El mosaico de la foto se encuentra en la basílica de san Lorenzo extramuros de Roma y nos sirve para prepararnos al cuarto domingo de Pascua, llamado del "Buen Pastor", porque cada año se lee un texto del evangelio que hace referencia a esta imagen usada por Jesús. También se celebra una jornada de oración por los pastores de la Iglesia y por las vocaciones de especial consagración. 

En el evangelio, Jesús dice: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, [...] y doy mi vida por las ovejas».

El verdadero pastor se diferencia claramente de un asalariado. Este último trabaja por dinero y no le importa la suerte de las ovejas.

Esto se ve cuando llegan los lobos hambrientos a atacar el rebaño. Mientras que el dueño de las ovejas se enfrenta con ellos para defenderlas, el mercenario huye, pensando solo en sí mismo.

El rey David, por ejemplo, no tuvo miedo de enfrentarse a bastonazos con un león y con un oso para defender el rebaño familiar (cf. 1Sam 17,35-36).

Pero Jesús no solo se arriesga para defender a sus ovejas. Da la vida por ellas. Algo verdaderamente sorprendente e inusual.

El pastor puede arriesgarse por defender el rebaño pero, en el momento definitivo, si tiene que elegir entre su vida y la de las ovejas, prefiere salvar la propia, que es más valiosa.

Además, antes o después, venderá a las ovejas o se las comerá. En el caso de Jesús no es así: él no usa las ovejas en provecho propio. Al contrario, da la vida por ellas, muere para que ellas tengan vida.

Lo más sorprendente es que, conociendo también mis faltas y mis limitaciones, Jesús me sigue amando sin medida, sigue dando su vida por mí en cada eucaristía.

Ante este misterio, exclamaba santa Teresa de Jesús: «¡Oh, Señor!, que me amas más de lo que yo me puedo amar a mí misma, ni entiendo».

No hay comentarios:

Publicar un comentario