Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 3 de febrero de 2024

La vida pública de Jesús: predicación, victoria sobre el mal, milagros y oración. Domingo 5 del Tiempo Ordinario, ciclo b


Nos disponemos a celebrar el quinto domingo del Tiempo Ordinario, ciclo "b". Después de las celebraciones de Navidad, en las que recordamos el misterio de la encarnación del Señor y su manifestación en nuestra historia, en los evangelios de los últimos domingos estamos reflexionando sobre la "vida pública" de Jesús.

Después de la fiesta del bautismo del Señor, los dos domingos siguientes escuchamos que Jesús eligió colaboradores para que estuvieran con él y para mandarlos a predicar; para convertirlos en "pescadores de hombres", para que continuaran su tarea en el mundo.

La semana pasada escuchamos que Jesús "enseñaba con autoridad" y vimos que Jesús liberó a un endemoniado del espíritu inmundo que le atormentaba. Ya entonces, el evangelista Marcos nos expuso en qué ocupaba Jesús su tiempo, a qué se dedicó durante los tres años de la vida pública: la predicación, la victoria sobre el mal y los signos prodigiosos.

En primer lugar, Jesús era un predicador. Anunciaba la buena noticia del reino en la sinagoga de Cafarnaún, en la casa de Simón, en los pueblos y ciudades de alrededor, recorriendo "toda Galilea".

En segundo lugar, Jesús expulsó a los demonios y liberó a los poseídos, porque donde está él no hay sitio para el maligno.

En tercer lugar, Jesús hizo muchos "milagros": "Curó a muchos enfermos de diversos males". Jesús no permaneció indiferente ante el sufrimiento de la gente, sino que actuó sanando, tomándonos de la mano, como a la suegra de Simón Pedro, y levantándonos de nuestra postración.

Hoy se vuelve a tratar de estas tres actividades de Jesús y se añade una cuarta: Jesús se retiraba a la soledad para orar. No solo hacía cosas en favor de los hombres. También buscaba tiempo para estar a solas con el Padre del cielo, aunque fuera quitándolo al descanso. De hecho, la oración era el motor que le permitía realizar todas las otras actividades.

Después de orar, volvió a retomar la predicación, primero por las aldeas cercanas, después por toda Galilea y los alrededores. Más tarde, envió a sus discípulos para que siguieran anunciando el evangelio hasta los confines de la tierra. Eso hizo san Pablo, convirtiéndose en servidor de todos por amor, siguiendo el ejemplo de Jesucristo (segunda lectura de la misa).

Esa es la vocación de los cristianos: orar con insistencia y dar testimonio del evangelio a tiempo y a destiempo, colaborando con Cristo para la salvación del mundo. A eso estamos llamados todos nosotros.

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