Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 28 de febrero de 2015

Contexto histórico de santa Teresa de Jesús


Me pidieron situar a santa Teresa en su contexto histórico como apertura de la semana de espiritualidad del Teresianum. Les comparto algunas de las cosas que dije en la introducción a la conferencia.

Todos sabemos que santa Teresa es maestra de oración y una de las más grandes místicas de la historia, pero a veces pasamos por alto su dimensión humana, que resalta aún más si la consideramos en el contexto histórico que le tocó vivir. 

Acostumbrados a mirarla en cuadros que la representan entre ángeles y nubes, podemos olvidar que fue una mujer con los pies en la tierra, plenamente consciente de la situación de inferioridad en que se encontraba a causa de su sexo.

Teresa de Cepeda y Ahumada vivió durante el Renacimiento europeo, en tiempos de la Reforma protestante y del Concilio de Trento. Entre otros, fue contemporánea de Erasmo de Rotterdam, Martín Lutero, Miguel Ángel Buonarroti, Bartolomé de las Casas, Carlos V y Felipe II.

La suya fue una época compleja. Profundas transformaciones geográficas ensancharon la percepción del mundo con el descubrimiento de América y las conquistas europeas en África y Asia. 

La sociedad medieval (agrícola y rural, de subsistencia) dio paso a una realidad nueva (urbana, en la que el comercio y los talleres artesanales adquirieron cada vez más importancia). 

Los cambios socio-económicos fueron acompañados por nuevas estructuras políticas (surgieron los estados modernos) y culturales (las universidades y la imprenta adquirieron una importancia fundamental en la trasmisión de las ideas). 

Podemos hablar de un verdadero cambio de época, que afectó a todos los ámbitos del vivir y del pensar. También, a las formas de practicar la religión.

Salvando las distancias, fue algo similar a lo que sucede en nuestros días, en los que las viejas estructuras sociales, educativas, políticas y religiosas están en crisis, sin que consigamos adivinar claramente hacia dónde nos dirigimos.

Teresa nace y vive en Castilla, que era el corazón de España y que marcaba en Occidente los caminos de la política, de la cultura e incluso de la moda. 

En esos años la «monarquía católica» hispana alcanzó su máximo poderío económico, militar y político. 

Es el llamado «Siglo de Oro» español, en el que las universidades de Salamanca y Alcalá eran referentes culturales a nivel europeo; las Bellas Artes conocieron un desarrollo y una creatividad sin precedentes en los pueblos y ciudades de España, que se llenaron de templos, palacios, hospitales, edificios públicos y fuentes.

Por entonces compusieron su música Juan del Encina y Tomás Luis de Victoria, y escribieron Garcilaso de la Vega, fray Luis de León, Lope de Vega, Luis de Góngora y Miguel de Cervantes. 

Arquitectos, escultores y pintores italianos y flamencos se asentaron en las ciudades españolas, las cuales también se enriquecieron con las influencias artísticas que llegaban del lejano Oriente a través de Filipinas, y con el incipiente arte colonial americano. Mientras Juan de Herrera construía el Escorial, Diego de Siloé, Juan de Juni y el Greco realizaban sus mejores obras.

Desde el corazón de Castilla, Felipe II gobernó un imperio como nunca se había dado antes ni se ha repetido después, «en el que nunca se ponía el sol», compuesto por las tierras de Castilla y sus posesiones del norte de África, así como América y Filipinas; Aragón y sus posesiones en el sur de Francia y en el Mediterráneo: Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Orán, Túnez, el Rosellón, el Franco-Condado, Cataluña y Valencia; Navarra, los Países Bajos, el Imperio romano-germánico, el Milanesado, Portugal y sus colonias de África y Asia.

Pienso que hay cinco características principales que definen aquella sociedad y que nos ayudan a comprender la vida, el lenguaje y las actitudes de Teresa, pero también su novedad, ya que fue una persona de su época, pero no se identificó totalmente con ella:

1. La situación general de guerras y conflictos, justificada por el ideal conquistador y caballeresco (D. Quijote es el mejor representante).

2. La rígida división de la población en clases sociales claramente diferenciadas entre sí.

3. El peculiar sentido del honor, que era el motor final de las actividades y aspiraciones de aquella sociedad.

4. La sumisión de la mujer al hombre en todos los ámbitos de la sociedad y de la Iglesia.

5. La profunda inquietud religiosa, que envolvía por igual a todos los estratos de la sociedad.

Es importante reflexionar sobre estas realidades, porque solo así podremos entender que Teresa fue una persona de su época, pero que no se identificó totalmente con ella; vivió inmersa en la sociedad castellana del s. XVI, aunque sin estar totalmente integrada en esa sociedad; fue consciente de lo que sus contemporáneos consideraban «valores», pero no los asumió todos ni de la misma manera que los aceptaba la mayoría. 

No se salió de las estructuras sociales de su entorno, pero siempre se mantuvo en sus márgenes. Esto le permitió dirigir una mirada crítica a las costumbres e instituciones que los demás asumían con naturalidad. Su misma religiosidad no se identifica totalmente con las prácticas y devociones de su entorno.

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