Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 23 de enero de 2015

Santa Teresa de Jesús en 600 palabras


Ya les comenté que en mi último viaje a Panamá conocí a las hermanas teresianas del Espíritu Santo, que trabajan principalmente con jóvenes en una parroquia que tiene por titular a santa Teresa de Jesús. En la cartelera del templo vi un texto sobre santa Teresa que me llamó la atención, ya que habla de la Santa con mucho realismo y sensatez. Además, no solo habla del pasado, sino que ve en Teresa un estímulo para el presente y el futuro. Me dijeron que lo habían escrito los jóvenes de la parroquia. Se lo comparto. Ya me dirán si les ha gustado tanto como a mí.

Existió una vez una mujer que vivía en un tiempo en el que, aún más que ahora, los varones controlaban la historia, empujados por una insaciable sed de poder que les llevaba a enfrentarse en innumerables guerras y a explotar pueblos inocentes. 

Vivía tras los muros de un convento de clausura, y allí le llegaron tristes noticias que hablaban de enfrentamientos incluso entre los que profesaban su misma religión, de personas que morían sin conocer al Dios que ella amaba. Ella dice que esto la movió a moverse: “Me determiné a hacer lo poquito que yo podía”.

Tocó, así, todo el dolor del mundo, todo el dolor de un tiempo. Parecía que no podía hacer nada, porque era mujer y solo por serlo ya era sospechosa, porque apenas le dejaban pronunciar una palabra, porque quienes habrían de escucharla no la tenían en consideración, pensándola incapaz.

Esa mujer se llamó Teresa de Jesús y el 28 de marzo de 2015 se cumplirán 500 años de su nacimiento. Como nosotros ahora, también ella supo que la historia la manejaban unos pocos, pero nunca creyó que no podría cambiar nada. Esa es, quizás, la principal diferencia entre nosotros y ella.

Puesta frente a Dios, le conoció como Amigo y Maestro, como Libro Vivo en el que comprender su propia verdad y la verdad del mundo. En Cristo, su Amado, Dios se le revelaba preocupado por la historia, preocupado por los hombres y mujeres de todos los tiempos, preocupado por ella.

Teresa supo que, dando su vida por todos, Jesús le había marcado un rumbo y le pedía que siguiera sus huellas y que, andando junto a él, también ella podría contribuir a cambiar la historia, a transformar la ciudad terrena en ciudad de Dios, a dibujar sobre este mundo el Reino. Y se puso en camino.

Fundó pequeñas comunidades de mujeres empeñadas en demostrar al mundo que el amor puede cambiar el rumbo de la historia. En ellas, sus hijas vivían (y viven aún ahora) amándose unas a las otras, capaces de renunciar a todo en favor de los otros, sin imponerse, sin vencer la tentación de la avaricia y la preocupación exagerada por nosotros mismos que acaba por hacernos desentendernos de los otros, sabiendo que cada hombre y cada mujer son un compañero de camino cuya vida es una palabra que he de respetar y escuchar.

Celebrar el V Centenario de santa Teresa es, sobre todo, lanzarnos a descubrir que entre las cenizas de este mundo aún caldean las brasas de otro mundo posible, mucho más justo y mucho más humano. 

Recordarla tiene el poder de hacerte consciente de cuánto puedes hacer para que cambien las cosas, si te decides a cambiar tú mismo, a optar por una vida más simple y más comprometida, más de acuerdo con el evangelio de Jesús, el evangelio del amor.

De esa manera, conseguiremos que el centenario no sea una simple “celebración arqueológica”, ni una huida romántica a un pasado glorioso que se añora con nostalgia, y conseguiremos convertirlo en un tiempo de renovación y reactivación espiritual, de rejuvenecimiento.

Celebrar así esta efeméride nos ayudará, de la mano de santa Teresa a afrontar el presente y el futuro con coraje, con creatividad y con decisión, apostando por un mundo más justo, más solidario, en el que cada persona pueda descubrir que es única e irrepetible, que es amada y que está llamada a ser feliz, pero que no lo será si se cierra en sí misma y no es capaz de abrirse a Dios y a los otros.

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