Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 24 de diciembre de 2022

Pregón de Navidad


Hermanos y hermanas, amigos todos: les anunciamos una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo; pongan atención y escúchenla con corazón gozoso:

Habían pasado millones de años desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra y, asignándoles un progreso continuo a través de los tiempos, quiso que las aguas produjeran un pulular de vivientes y pájaros que volaran sobre la tierra.

Miles y miles de años, desde el momento en que Dios quiso que apareciera sobre la tierra el hombre, hecho a su imagen y semejanza, para que dominara las maravillas del mundo y, al contemplar la grandeza de la creación, alabara en todo momento al Creador.

Hacía unos 1.800 años que Abrahán, el padre de nuestra fe, obediente a la voz de Dios, se dirigió desde Mesopotamia hacia una tierra desconocida, para dar origen al pueblo elegido.

Hacía unos 1.250 años que Moisés hizo pasar a pie enjuto por el Mar Rojo a los hijos de Abrahán, para que aquel pueblo, liberado de la esclavitud del Faraón, fuera imagen de la familia de los bautizados.

Hacía unos 1.000 años que David, un sencillo pastor que guardaba los rebaños de su padre Jesé, fue ungido por el profeta Samuel, como el gran rey de Israel.

Hacía unos 700 años que Israel, por no hacer caso de los mensajeros que Dios le enviaba, fue deportado por los caldeos a Babilonia. Y unos 500 años que Judea había corrido la misma suerte.

Fue entonces, en medio de los sufrimientos del destierro, cuando aprendió a esperar un salvador que lo librara de su esclavitud, y a desear aquel mesías que los profetas habían anunciado, y que había de instaurar un nuevo orden de paz y de justicia, de amor y de libertad.

Finalmente, durante la olimpíada 194, el año 752 de la fundación de Roma, el año 42 del reinado del emperador Augusto, cuando en el mundo entero reinaba una paz universal, hace más de 2.000 años, en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel, ocupado entonces por los romanos, en un pesebre, porque no tenía sitio en la posada, de María virgen, esposa de José, de la casa y familia de David, nació Jesús, Dios eterno, Hijo del eterno Padre, y hombre verdadero, llamado Mesías y Cristo, que es el Salvador que los hombres esperaban.

Él es la Palabra que ilumina a todo hombre; por él fueron creadas todas las cosas al principio; él, que es el Camino, la Verdad y la Vida, ha acampado entre nosotros. 

Nosotros, los que creemos en él, nos reunimos hoy, o mejor dicho, Dios nos reúne, para celebrar con alegría este misterio y proclamar nuestra fe en Cristo, Salvador del mundo.

Hermanos y hermanas, alégrense, hagan fiesta y celebren la mejor noticia de toda la historia de la humanidad: La Natividad de nuestro señor Jesucristo según la carne. Vengan, adoremos al Salvador. Él es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros, el Dios-entre-nosotros, el Dios-para-nosotros. A él sean el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

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