Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 25 de diciembre de 2020

Poesía a la puerta de la basílica de Belén


Jesús nació en Belén de Judá. Los primeros cristianos veneraban con devoción el lugar de su nacimiento, pero, en el siglo II, el emperador Adriano mandó enterrar la cueva y plantar encima un bosquecillo en honor de Adonis, para evitar que los cristianos se reunieran allí.

Cuando terminaron las persecuciones contra los cristianos, el emperador Constantino mandó construir una basílica el año 325 d.C., reedificada en el s. VI (la actual) y embellecida con mosaicos y pinturas en el s. XII. Allí eran coronados los reyes cruzados.

En la fachada se puede observar el dintel de la gran puerta primitiva (s. VI), el arco gótico bastante menor, que la sustituyó en época de los cruzados (s. XIII), y la pequeña puerta de ingreso actual, con la que se intentó que los turcos no pudieran entrar a caballo, matando a los cristianos que se refugiaban en su interior (s. XVI).

Hoy, esa pequeña puerta nos recuerda que, para entrar en el misterio del nacimiento del Señor, tenemos que agacharnos y hacernos pequeños. Si no es así, nos quedamos fuera.

Les presento un poema de Miguel de Unamuno, que nos puede servir para orar hoy ante esa puerta:

Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños.
Yo he crecido, a mi pesar.

Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad,
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.



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