Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 14 de diciembre de 2014

Hoy es la fiesta de san Juan de la Cruz


Hoy es la fiesta de mi padre y maestro, san juan de la Cruz, "hombre celestial y divino" en palabras de santa Teresa de Jesús. Al coincidir con un domingo de Adviento, la memoria litúrgica se celebrará mañana. La imagen de la foto está en el Carmen de mi pueblo.

Juan de Yepes nació en Fontiveros (Ávila) en 1542 y murió en Úbeda (Jaén) en 1592. 

Conoció la miseria desde su infancia. Fue testigo de la muerte de su padre y de su hermano a causa del hambre. Tuvo que emigrar, mendigar y servir en un hospital de enfermos contagiosos desde niño. Incluso trabajó como aprendiz en distintos talleres artesanos. 

Su negación de todo lo accesorio, su amor a lo esencial, al trabajo manual, a los oficios humildes, su caridad con los enfermos y otras características suyas, encuentran aquí un buen fundamento. 

Cuando asuma cargos de responsabilidad en el Carmelo Descalzo, lo encontraremos cuidando personalmente de los enfermos, diseñando las plantas de los conventos, levantando tabiques, pintando muros, cultivando la huerta y realizando todo tipo de trabajos manuales. Algo impensable en una época en la que estas ocupaciones se consideraban incompatibles con las actividades intelectuales o de gobierno, por deshonrosas.

Fue incomprendido, perseguido, encarcelado y maltratado. Sin embargo, no encontramos en sus obras rastro de amargura ni de resentimiento. Supo unirse íntimamente a Cristo y en él encontró todo lo que podía desear. Cuatro sigles después de su muerte, sigue siendo un faro que ilumina nuestro caminar.

Les propongo la lectura de un párrafo de sus escritos: «No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu amado Hijo Jesucristo, en quien me diste todo lo que quiero. Por eso me gozaré de que no te tardarás si yo me espero. Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios es mía y todas las cosas son mías, y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿Qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto y todo es para ti. No te pongas en menos ni te conformes con las migajas que caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate de tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón» (Dichos de Luz y Amor, 26).

He dedicado muchas entradas a hablar del bendito de fray Juan: cantos, poesías, reflexiones históricas y espirituales... (se pueden consultar aquí).

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