Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 13 de agosto de 2014

Mis ejercicios espirituales


He tenido un curso de ejercicios espirituales en el Desierto de las Palmas con gente maravillosa. Una de las participantes ha escrito esta preciosa reflexión sobre su experiencia:

Mi Amado me dijo: "Levántate, amor mío; anda, cariño, vamos. ¡Mira!, el invierno ha pasado y con él se han ido las lluvias. Ya han brotado flores en el campo y ha llegado el tiempo de cantar, ya se escucha en nuestra tierra el arrullo de las tórtolas".

Esta melodía de palabras está en el centro del capítulo dos del libro más precioso: el Cantar de los Cantares, y me sirve de hilo conductor para mi reflexión.

Para mí es un deber dar gracias a Dios por haberme permitido venir un año más al Desierto de las Palmas. Aquí el Amor de mi alma habla a mi corazón palabras bañadas en dulzura.

Han pasado ya varios meses desde que oí en mi tierra natal: "María, levántate, ponte en camino hacia el Desierto, donde quiero abrazarte y hablarte al corazón..." A medida que se acercaba la fecha, iba creciendo mi emoción.

Es cierto. Es verdad. Mientras subía a la santa montaña me iba dando cuenta de que las flores, los pinos, el cielo, la tierra y el mar me decían que el invierno ha pasado y que todo se ha renovado.

Una vez arriba, en el convento carmelitano, Dios me ha permitido escuchar cada día el canto de las tórtolas junto a la pequeña capilla del segundo piso. Su arrullo me recordaba que el Señor cumple siempre sus promesas de amor. El cielo estrellado al anochecer me recordaba que Dios está siempre en vela para derramar sus bendiciones sobre los que lo buscan.

Desde la oración de laudes, pasando por las enseñanzas, la misa, la adoración de la tarde, los encuentros con los hermanos, las comidas y el descanso... Dios se hizo presente en cada momento y se manifestó en el toque de las campanas, en la brisa suave del anochecer, en la armonía de la naturaleza, en las hermanas del convento, en los frailes, en los compañeros con los que he compartido la fe, la esperanza y la oración...

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha dado? Después de haber gustado estos días del Señor transfigurado en el Tabor, ahora me toca regresar al valle y colaborar con él en la construcción de la nueva civilización del amor. Le digo de corazón: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Cuenta conmigo".

María Vidal. Desierto de las Palmas. Agosto de 2014.

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