Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 3 de julio de 2014

El Monte Carmelo, imagen de belleza y fecundidad


Tradicionalmente se ha hecho derivar la palabra «Carmelo» del hebreo Karem El, que significa «jardín de Dios» o «viña de Dios», aunque también se puede traducir sencillamente por «huerto» o «vergel». 

De hecho, en hebreo se usa la misma palabra para los distintos espacios cultivados por el hombre, sean campos de árboles frutales, de verduras o jardines. A diferencia del bosque o de la selva (que son morada de fieras hostiles y muchas veces impenetrables), el jardín es la naturaleza «domesticada», al servicio del hombre.

La Biblia lo describe como un paraje hermoso y rico de frutos. Las traducciones de la Biblia hebrea al griego (los LXX) y al latín (la Vulgata) conservan la palabra «Carmelo» en los pasajes que hablan de un lugar verde y ameno cultivado por el hombre, aunque las ediciones contemporáneas traduzcan por jardín, huerta, vergel… según el contexto.

Se dice que su altura domina sobre el mar como símbolo de estabilidad, de fortaleza, del poder de Dios, que va a actuar a favor de su pueblo, venciendo sobre sus enemigos: «Por mi vida, dice el rey, cuyo nombre es Yhwh de los ejércitos, que va a venir alguien como el Carmelo, que domina sobre el mar…» (Jer 46,18). 

En otros textos extrabíblicos antiguos, el Carmelo también sirve para evocar la belleza, la fecundidad, la fortaleza o la fidelidad de Dios: «Dijo el Santo –sea Él bendito– a Israel: tu cabeza es como el Carmelo, amo a tus pobres como a Elías cuando estaba en el Carmelo» (Cant Rabba VII,6,1).

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