Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 8 de junio de 2014

Oraciones de la Liturgia bizantina para Pentecostés



Los años pasados he publicado varias entradas para explicar lo que dice la Biblia del Espíritu Santo, la historia y el significado de la fiesta de Pentecostés, canciones, poesías y oraciones al Espíritu Santo... Hoy les propongo algunas oraciones de la liturgia bizantina de la fiesta:

Inclinemos los corazones y las rodillas, y adoremos con fe al Espíritu Santo, confirmados por el Salvador de nuestras almas.

Hoy el Espíritu Consolador ha sido derramado sobre toda carne, pues comenzando por el Coro de los Apóstoles, se ha esparcido su gracia, comunicándola a todos los fieles. Ha confirmado la realidad de su poderoso descenso por la distribución de lenguas de fuego a los discípulos para la alabanza y la gloria de Dios. Ahora, siendo iluminados espiritualmente nuestros corazones, fortalecidos en la fe por el Espíritu Santo, roguemos que sean salvadas nuestras almas.

Hoy los Apóstoles son revestidos desde lo alto de la potencia de Cristo, porque los renueva el Consolador. Nos predican en extrañas voces, enseñándonos a adorar a la eterna naturaleza simple, de tres personas, de nuestro Benefactor, Dios de todo. Así, iluminados por sus enseñanzas, adoremos al Padre con el Hijo y el Espíritu Santo, rogando que sean salvadas nuestras almas.

Venid, adoremos a la Divinidad en tres personas, al Hijo en el Padre con el Espíritu Santo; el Padre engendra eternamente al Hijo co-reinante y co-eterno. El Espíritu es en el Padre, igualmente glorificado con el Hijo, una Potencia, una Esencia, una Divinidad. Adorándole, digamos todos: Santo Dios, quien hizo todas las cosas por el Hijo, con la cooperación del Espíritu. Santo Fuerte, por quien conocemos al Padre, por quien el Espíritu Santo vino al mundo. Santo Inmortal, Espíritu Consolador, procediendo del Padre y reposando en el Hijo. Santa Trinidad, gloria a ti.

Festejemos Pentecostés y la venida del Espíritu y el cumplimiento de la promesa y la realización de la esperanza y el misterio venerable! ¡Cuán grande y majestuoso! Por eso te aclamamos: ¡Creador del universo, Señor, Gloria a ti!

Todo lo otorga el Espíritu Santo: inspira las profecías, perfecciona a los sacerdotes y a los iletrados enseña la sabiduría; hace teólogos a simples pescadores y consolida la institución toda de la Iglesia. Consustancial con el Padre y el Hijo y partícipe de un mismo trono, Paráclito: ¡Gloria a ti!

Cuando enviaste, Señor, tu Espíritu sobre los Apóstoles, entonces, los hijos de los Hebreos, viéndolo, quedaron sobrecogidos de temor, puesto que los oían hablar lenguas extranjeras, según el Espíritu se lo concedía. Siendo iletrados, quedaron llenos de sabiduría, y "capturando" a las naciones para la fe, les exponían las cosas divinas. Por eso también nosotros te cantamos: ¡Gloria a ti, Señor, que te hiciste presente en nuestra tierra y nos salvaste del error!

Ignorando los pueblos, Señor, la fuerza del Santísimo Espíritu que se había producido en tus Apóstoles, creyeron que era embriaguez la mutación de lenguas; mas nosotros, confirmados por ellos, sin cesar te rogamos:¡No alejes de nosotros tu Santo Espíritu, Amante de la humanidad!

Señor, la efusión, del Espíritu Santo, llenando a tus Apóstoles, les concedió hablar otras lenguas; tal prodigio fue considerado por los incrédulos como embriaguez, mas por los fieles medio de salvación. Haznos dignos también a nosotros de su iluminación, te lo pedimos, a Ti, que amas a la humanidad.

¡Rey Celestial, Consolador, Espíritu de la verdad, que estás presente en todas partes y que todo lo llenas, tesoro de todo bien y dispensador de la vida, ven y habita en nosotros y límpianos de toda mancha y salva, oh Bondadoso, nuestras almas!

Hoy es Pentecostés: cumplimiento de la promesa. Hoy el fuego del Paráclito baja a la tierra e ilumina a los discípulos y los manifiesta como iniciados en los misterios del cielo: La luz del Paráclito se hace presente e ilumina el universo.

El Espíritu Santo, que era, es y será por siempre, sin principio ni fin, tiene la misma jerarquía que el Padre y el Hijo: él es Vida, Señor vivificante, Luz y Fuente de claridad, Bien sumo y tesoro de bondad; por él, es conocido el Padre y glorificado el Hijo; a todos revela el único poder, la íntima unión, la misma adoración a la santa y augusta Trinidad.


El Espíritu Santo, luz y vida, agua viva que salta místicamente, Espíritu de sabiduría, de ciencia de bondad, de justicia, de soberana inteligencia, que lava y purifica los pecados. Es Dios, y nos deifica, es fuego, y las almas foguea; habla a todos y en todos actúa; es distribuidor de carismas divinos. Por él los Profetas y Apóstoles de Dios glorificados han sido y coronados en compañía de los mártires. ¡Qué extraña visión, qué inaudito prodigio: el fuego se divide para impartir dones!

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