Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 6 de abril de 2023

El lavatorio de los pies


El evangelista san Juan introduce la narración del lavatorio de los pies con un lenguaje especialmente solemne: 

«Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1). 

La palabra usada para hablar del extremo es «tèlos» (que significa ‘totalidad’, ‘plenitud’. Por eso, el estudio filosófico de las causas finales es la «teleología»). Esta palabra la volvemos a encontrar en el momento de su muerte, cuando Jesús exclama: «Todo está cumplido» (Jn 19,30. Aquí se usa el término «tetèlestai»). Pues bien, el cumplimiento de la vida de Jesús, su «hora», a la que se encamina todo el evangelio, coincide con su Pascua, de la que el lavatorio de los pies es, al mismo tiempo, anticipo y clave de comprensión.

Para entender el gesto no hemos de pensar en nuestras calles asfaltadas y con alcantarillado. En la época de Jesús, en las estrechas calles de tierra se tiraban los restos orgánicos y las comidas de los animales. Además, pocas personas usaban calzado, y las que lo llevaban se limitaban a unas simples sandalias. Lavarse los pies al entrar en casa era un ritual obligado y necesario. En las familias pudientes lo hacían los esclavos. En las familias pobres, la madre, la esposa o las hijas. Para los judíos, era algo tan humillante que un rabino podía pedir cualquier servicio a sus discípulos, excepto que le lavaran los pies. 

Al entrar en una casa prestada para la cena, ningún miembro del grupo se sintió llamado a hacer este servicio. Jesús se quitó el manto y lavó los pies de los discípulos. Voluntariamente ocupó el lugar de los esclavos y de las mujeres, se puso en el lugar más bajo, indicando dos cosas: que él viene a servir y que no admite que unas personas sean consideradas inferiores a otras.

En otra ocasión, el Señor había dicho: «Cuando el siervo llega a casa después de haber trabajado todo el día en el campo, sirve primero a su amo y después se sienta él a la mesa» (Lc 17,7-8). Sin embargo, Jesús es el Señor que atiende a los criados y les lava los pies; que no vino «a ser servido, sino a servir y a dar la vida en rescate por muchos» (Mt 20,28; Mc 10,45). 

Aquí se manifiesta su verdadera identidad. Y en su imitación, la verdad de sus discípulos. Por eso les pide que sigan su ejemplo. De alguna manera, el lavatorio de los pies es un anticipo de la Pascua, una clave de comprensión de toda la vida de Cristo y un estímulo para los creyentes.

El lavatorio es un anticipo de la Pascua. Al lavar los pies de los discípulos, Jesús proclamó el primado del amor, que se hace servicio hasta la entrega de sí mismo, anticipando así el sacrificio supremo de su vida, que se consumará al día siguiente en el Calvario. El lavatorio es un acto profético simbólico que cumple lo que anuncia.

El lavatorio es la clave de comprensión de toda la vida de Jesús. La carta a los Filipenses interpreta la vida de Jesús como un abajamiento voluntario, despojándose de su dignidad y tomando la condición de esclavo para elevar a los hombres (cf. Flp 2,6-11). En el gesto del lavatorio se revela ese misterio: Jesús se despoja del manto y lava los pies de los discípulos. Notemos que en ambos casos se usa el mismo verbo: Jesús «se despojó». Es la imagen de su vida: se despojó de las vestiduras de su gloria, se ciñó el «vestido» de la humanidad y se hizo esclavo de todos. Este gesto revela su amor hasta el extremo: se arrodilla ante nosotros y lava nuestros pies sucios, nuestros pecados.

El lavatorio supone un estímulo para sus discípulos. Jesús, con este gesto, «nos dejó un ejemplo para que sigamos sus huellas» (1Pe 2,21). En todas sus intervenciones a favor nuestro, Jesús nos da el perdón y nos capacita para perdonar, nos ama y nos capacita para amar. También en el lavatorio de los pies. Por eso, al concluirlo, Jesús dice: «Si yo, el Señor y el maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis» (Jn13,14-15). 

Tomo el texto de mi libro "La Semana Santa según la Biblia", páginas 121-123. Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2017. ISBN: 978-84-8353-819-7

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