Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 11 de octubre de 2022

Anécdotas de Juan XXIII


El 11 de octubre se celebra la fiesta de san Juan XXIII, que no solo ha pasado a la historia como un papa santo y padre del Concilio Vaticano II; ha sido probablemente el papa más bromista de la historia. Un humor que nacía de la sencillez que desbordaba de su humildad e íntima relación con Dios. Hay muchos libros que recogen sus anécdotas.

Desde el mismo momento de su elección como papa lo demostró, en la sala que se encuentra junto a la capilla Sixtina. Tras la aceptación, el papa se apartó para vestir las vestiduras blancas tradicionales, pero ninguna de las tres sotanas que habían preparado le quedaba bien. Siguió el desconcierto entre las personas encargadas de asistir al papa. Él calmó la tensión diciendo: “¡Está claro que los sastres no deseaban que yo fuera papa!”.

En la segunda audiencia pública, confesó lo grande que le quedaba el Vaticano. “Me han dicho que en los sagrados palacios hay unas once mil habitaciones. Hará falta bastante tiempo para que yo aprenda a encontrar el camino para llegar a la mía…”

A los pocos meses de ser elegido, quiso estudiar alemán, al menos las palabras esenciales para comunicarse. Le preguntaron por qué tenía interés en aprender alemán a su edad, a lo que contestó: “De mi predecesor (Pío XII) he heredado, entre otras cosas, unos canarios. Pero tanto él como sor Pascualina (que cuidaba de la casa) solo les hablaban en alemán. Y yo no tengo más remedio que aprender este idioma para que podamos entendernos”.

Se convirtió en una costumbre concluir sus encuentros con los visitantes con estas palabras: “Volved, volved, por desgracia siempre estamos aquí. No me dejan salir a ningún sitio”.

En una ocasión, recibió a un obispo italiano en una audiencia que duró mas de lo pensado. Pasado un cierto momento, apareció su secretario personal para recordarle que tenía todavía una larga lista de audiencias. Juan XXIII dijo al obispo: “A veces no sé si el papa es él o soy yo…”

Es muy famosa la respuesta que en una ocasión ofreció Juan XXIII a quien le preguntó cuántas personas trabajan en el Vaticano. Con naturalidad respondió: “Más o menos, la mitad”.

Una vez el “papa bueno” salió del Vaticano a solas para dirigirse al cercano hospital del Espíritu Santo y visitar con discreción a un amigo sacerdote enfermo. Al llamar a la puerta, le abrió la hermana portera, que corrió a llamar a la madre superiora. La religiosa llegó emocionadísima y le dijo: “Santo Padre, soy la madre superiora del Espíritu Santo”. El papa le respondió: “¡Qué carrera ha hecho usted, madre! Yo solo soy el siervo de los siervos de Dios!”, en referencia al antiguo título con el que los papas firman los documentos oficiales.

A otras religiosas que se presentaron diciéndole que eran las "Hermanas de san José" les dijo: "Caramba, qué bien se conservan con dos mil años de edad".

Cuando era nuncio en Francia, en un recibimiento, le presentaron al rabino jefe de París, con el que monseñor Roncalli entabló una amable conversación. Cuando los huéspedes pasaron al salón, el rabino invitó gentilmente al nuncio a precederle. Roncalli le respondió: “Por favor, antes el Antiguo Testamento...”

Su libertad de espíritu se puede constatar con esta confidencia que compartió con sus colaboradores: “Con frecuencia me despierto por la noche y comienzo a pensar en una serie de graves problemas y decido que tengo que hablar de ellos con el papa. Después ¡me acuerdo de que yo soy el papa! Entonces me digo: Bueno, mañana estudiaremos la solución. Ahora toca descansar”.

Con frecuencia decía: “Todo el mundo puede ser papa. La prueba es que me han hecho a mí”.

Juan XXIII en ocasiones, con discreción, abandonaba los muros del Vaticano para visitar a personas necesitadas. Los romanos, con sentido del humor, le llamaban con cariño “San Juan extramuros”, en referencia a la famosa basílica de San Pablo Extramuros. Otros le llamaban con el nombre de una conocida marca de whisky “Johnnie Walker” (“Juan el caminante”).

Cuando convocó el concilio Vaticano II,  su secretario le dijo:  "¿Se ha dado cuenta de que tiene toda la curia en contra?" Y él le contestó: "Sí, me he dado cuenta, lo que pasa es que no hace mucho, cuando  estaba rezando, me di cuenta de que tenía el amor propio debajo de los pies".

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