Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 18 de febrero de 2014

La patrología y la patrística


En días pasados hemos hablado de qué es la teología y de sus contenidos principales, además de presentar la teología fundamental y de hablar de la revelación y de la Sagrada Escritura, deteniéndonos en cuántos y cuáles son los libros que la componen. Hoy hablaremos de los escritos de los cristianos de los primeros siglos.


En patrología y patrística se estudian los Padres de la Iglesia, sus obras y su doctrina teológica para participar de la comprensión que ellos alcanzaron de los misterios de la fe cristiana, ya que ellos son el testimonio de la Tradición viva. 

La patrología estudia la vida, el contexto y las obras de los Santos Padres. 

La patrística, por su parte, estudia su doctrina. En la práctica, muchas veces se usan ambas palabras indiferentemente, así como la denominación literatura cristiana antigua

Se suele poner como inicio del periodo patrístico la época apostólica y como término san Isidoro de Sevilla (†636) y san Ildefonso de Toledo (†669) en Occidente y Beda el Venerable (†735) y san Juan Damasceno (†749) en Oriente.

Son considerados Padres de la Iglesia o Santos Padres los escritores cristianos que poseen cuatro características: antigüedad, doctrina ortodoxa, santidad de vida y aprobación de la Iglesia. Los escritores antiguos que no poseen alguna de estas características son llamados escritores eclesiásticos antiguos o escritores cristianos antiguos.

La Iglesia es consciente de que en los padres hay algo de especial, de irrepetible y de perennemente válido, que resiste a la fugacidad del tiempo, ya que sobre los fundamentos que ellos pusieron se sigue edificando su vida hasta el presente. 

Frente a las primeras herejías, que intentaban hacer compatible el cristianismo con otros presupuestos filosóficos, ellos desarrollaron la idea de la Regula fidei (la Regla de la fe), que consiste en la defensa y transmisión de los contenidos de la revelación, recogidos en la Sagrada Escritura y conservados fielmente en la Iglesia por medio de la sucesión apostólica, que cristalizaron en el credo o símbolo de la fe. Esta transmisión inalterada de la fe recibida es el contenido de la Tradición, de la que ellos son los testigos primordiales.

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