Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 23 de enero de 2014

La verdadera espiritualidad


En nuestros días se llama 
«espiritualidad» a cualquier cosa. Es un tema verdaderamente actual, aunque muy confuso. Basta dar una ojeada a las secciones, cada vez más amplias, que las librerías destinan al apartado de espiritualidad, religión o esoterismo, o a las numerosas páginas web tanto sobre temas religiosos como sobre ocultismo, así como a la proliferación de las sectas y movimientos pseudoreligiosos.

No debemos llevarnos a engaño; bajo la sed de 
«espiritualidad» que manifiestan nuestros contemporáneos, encontramos una variedad tan grande de propuestas y de concepciones de la vida y del mundo, que es difícil establecer unos puntos de referencia comunes. 

A las filosofías venidas del lejano Oriente se han sumado métodos de adivinación, deseos de una vida sana en contacto con la naturaleza, meditación trascendental y la surtida oferta de un amplísimo supermercado de las religiones, en el que cada uno se abastece de los elementos que más le atraen en cada momento.

Es lo que se ha dado en llamar con el nombre de «New Age», o «Nueva Era», en la que la «espiritualidad» ya no hace referencia, necesariamente, a la religión y son muchos los que buscan experiencias «espirituales» en otros foros.

Sobre lo que es la espiritualidad cristiana ya reflexioné en la primera entrada que publiqué en este blog, que se puede consultar aquí. Hoy solo quiero hablar de una experiencia concreta, que me ha sucedido recientemente.

Hace dos días salí por la mañana a celebrar misa en el monasterio de las Carmelitas Descalzas. Era un día frío y lluvioso. A mi regreso encuentro la puerta del garaje abierto. Se había ido la luz y el padre Espirindio la había abierto porque sabía que el mando a distancia no funcionaría y yo tendría que haberme bajado del vehículo bajo la lluvia para abrirla manualmente. La puerta es de metal, muy pesada y complicada de abrir manualmente. Para evitar que yo me mojara y pasara frío, lo había hecho él antes de mi llegada y se quedó esperándome en el garaje para volver a cerrarla. Eso es la verdadera espiritualidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario