Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 24 de septiembre de 2022

Lázaro y Epulón


El evangelio del domingo 26 del Tiempo Ordinario, ciclo "c" habla de un rico sin nombre que banqueteaba (le llamamos "epulón", que literalmente significa "hombre que come y se regala mucho") y un pobre con nombre propio: Lázaro.

Al hablar del rico Epulón que banqueteaba mientras el pobre Lázaro pasaba hambre no debemos pensar en "los otros", que son egoístas e insolidarios, sino que cada uno tiene que hacer examen de conciencia. Todos estamos llamados a compartir nuestros bienes, nuestro tiempo y nuestras capacidades con los demás, porque lo que no se da, se pierde. 

Es terrible constatar que unos pocos ricos son cada vez más ricos y que la mayoría de los pobres son cada vez más pobres. Hay una brecha entre los muy ricos y los muy pobres, que no consigue llenar la clase media.

El filósofo Rousseau decía que se debería evitar una sociedad en la que un hombre sea tan pobre como para tener que venderse y otro tan rico como para poder comprarlo.


Quizás los lectores de este blog no seamos tan pobres como para tener que vendernos ni tan ricos como para comprar a otros seres humanos con dinero, pero todos estamos llamados a ser sensibles ante los sufrimientos de los hermanos y a hacer algo para aliviarlos. Unos más y otros menos, según las posibilidades de cada uno, pero todos podemos hacer algo.

Quien quiera profundizar en el tema, que lea la entrada del domingo pasado, que tenía varias citas interesantes de padres de la Iglesia y de los últimos papas: "No podéis servir a Dios y al dinero".

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