Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 17 de octubre de 2012

La vida de una carmelita descalza

(En la foto, la comunidad de la hna. María)

Al celebrar las bodas de oro de mi consagración en el carmelo, me pregunto: ¿Ha tenido sentido esta vida oculta, aparentemente sin hacer nada de provecho? Y tengo que confesar agradecida: ¡Oh, sí, ha tenido y tiene mucho sentido! Me gusta repetir las palabras de Jesús: "Por ellos me consagro": por la Iglesia, por toda la humanidad, por el mundo entero. Una madre da su vida para dar vida a sus hijos; esa es mi misión: entregar mi vida por amor, para que todos los que Dios me ha confiado tengan vida en abundancia. Como yo no sé pedir lo que conviene, el Espíritu del Señor ora en mí. Cuando veo tantos problemas que resolver, quisiera solucionarlos todos, pero me veo tan pobre... Por eso, llena de confianza, me pongo en manos de Jesús y le pido que su Espíritu guíe mi oración. Le digo: "Sabes que yo no puedo nada, pero Tú sí puedes todo. Suple tú mi impotencia". Y me quedo con paz, sabiendo que él realiza la misión que me ha confiado y la lleva a plenitud. "Abandono y confianza plena en Jesús", es el mensaje de nuestra gran hermana Sta. Teresa del Niño Jesús.

¡Hola, amigos! Me llamo María y soy carmelita descalza en Alquerías del Niño Perdido (Castellón-España). Entré aquí en 1961.  En 1984 me uní a un grupo de hermanas que fueron a fundar un nuevo Carmelo en Ibiza, mi tierra natal. Desde allí, el año 2000 me trasladé con el resto de la comunidad a fundar otro Carmelo en Nkué (Guinea Ecuatorial). Más tarde he regresado a mi comunidad de origen.

Desde los 14 años me sentía llamada al Carmelo, pero tuve que esperar hasta los 25 para poder realizar mi vocación. Han pasado más de 50 años desde entonces, pero me siento tan enamorada de mi vocación como el primer día. 

Mi vida de carmelita ha sido muy sencilla. El Señor no me ha pedido cosas grandes, pero sí fidelidad en las cosas pequeñas hechas por amor. Me gusta orar con el salmo que dice: "Mi corazón no es ambicioso... no pretendo grandezas que superan mi capacidad" (Sal 131,1). Una vez que sentía inclinación por "cosas grandes" que no se correspondían a mi pequeñez, hice un acuerdo con Jesús para que no me lo diera y no me dejara salirme con la mía, aunque pataleara (los niños también tienen sus rabietas)... Os puedo asegurar que Él lo ha cumplido de maravilla. Como me siento pequeña, puedo hacer mías las palabras del salmista: "Como un niño en brazos de su madre; como un niño saciado está mi alma dentro de mí" (Sal 131,2).

En el Carmelo he encontrado la vida de familia que toda persona necesita para su desarrollo. Estamos hechos para la relación y nos realizamos a través de la comunicación, del diálogo y de la amistad. Ya lo dice Sta. Teresa: "Aquí todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar" (C 4,7). Todo esto en un clima de silencio, de oración, de trabajo, de fraternidad. El Carmelo es el "desierto", lugar de silencio para la oración, donde Dios se hace presente y nos "habla al corazón" (Os 2,16). Mi principal ocupación como carmelita es "tratar de amistad" con el Señor, profundizando en el conocimiento de quién es él y de quién soy yo y dándole gracias porque me permite estar siempre en su presencia por todos. 

En este clima de oración y fraternidad he realizado algunos trabajos para ganarme el pan. Principalmente he bordado a mano, con dedicación y con gozo, porque ese trabajo me permitía mantenerme en diálogo con el Señor mientras lo realizaba. Como es natural, también he colaborado en los otros trabajos necesarios para que funcione materialmente un convento (limpieza, huerto, cocina...)

En estos momentos de mi vida puedo afirmar que solo deseo hacer la voluntad de Jesús, que solo quiero lo que Él quiere, poniendo de mi parte lo poquito que hay en mí, con la plena confianza de que Él pondrá lo que falte. Como el esposo que ama a su esposa la regala lo mejor que puede, así hace Jesús conmigo,  dándome "su alegría colmada" (Jn 17,13). A Él pido que llene de sus bendiciones a todos los que os acercáis a este blog. Hna. María ferrer, o.c.d.

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