Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 19 de julio de 2022

Elías e Israel


Elías es el más grande de los profetas de Israel, el primero que predicó la existencia de un Dios único y universal.

Antes de él todos creían en la existencia de muchos dioses. Los judíos adoraban a un solo Dios, el «Dios de sus antepasados, el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob», porque pensaban que era el del territorio donde habitaban, por lo que ellos le pertenecían. Algunos se atrevían a afirmar que Yavé (el Dios de los judíos) era más fuerte que los otros dioses.

Pero Elías predicaba que los otros dioses sencillamente no existían, eran invenciones humanas. Hay un único Dios que ha creado todo y es Señor de todo, que actúa en Israel y fuera de su territorio, aunque muchos no lo conozcan. Su lucha contra la idolatría fue incansable.

La figura de Elías, su personalidad portentosa y la grandeza de su misión se hicieron tan populares, que impregnaron toda la conciencia de Israel, que lo venera como el prototipo de todos los profetas.

Elías no ha dejado de provocar la admiración de los judíos, que lo invocan como salvador en las situaciones desesperadas, que esperan que volverá en el momento final para preparar la llegada del mesías, que lo tienen presente en los distintos elementos de su folklore (tiene un trono en las sinagogas, donde se sienta a los niños recién circuncidados, se le prepara una copa con vino en la cena pascual, se le nombra en los cantos y tradiciones, en la oración conclusiva de cada sábado se pide a Dios que lo envíe pronto, etc.).

El profeta Malaquías anunció la llegada del mesías, cuya revelación debe ser precedida por un regreso de Elías: «Yo os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible: reconciliará a los padres con sus hijos y volverá el corazón de los hijos hacia sus padres» (Mal 3,22ss).

Por su parte, el libro del Eclesiástico añade: «Apareció como un fuego el profeta Elías, cuya palabra quemaba como antorcha. […] De ti está escrito que en los castigos futuros aplacarás la ira antes que estalle, para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos y restablecer las tribus de Jacob. ¡Felices los que te vean antes de morir, pues tú los devolverás a la vida y volverán a vivir!» (Eclo 48,1-11).

En el misticismo judío, él es quien introduce a los neófitos en la experiencia mística. En las escuelas talmúdicas, es el patrono de los estudiantes, guía en el conocimiento de la Torá y en la oración y, cuando surge una controversia insalvable, que no puede superarse con el recurso a una autoridad clara, se dice: «Se conservará así todo esto hasta la venida del profeta Elías» (Bekoroth 24a).

Su fiesta se celebra el 20 de julio.

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