Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 7 de junio de 2021

Beata Ana de san Bartolomé, o.c.d. (7 de junio)


Este precioso cuadro representa a santa Teresa de Jesús enseñando a Isabel de santo Domingo, pero podríamos aplicarlo también a la santa cuando enseñaba a leer a Ana de san Bartolomé. Cuando la beata ayudaba a escribir a la santa al final de su vida, lo hacía con la misma caligrafía, ya que aprendió a escribir copiando sus cartas.

Ana de San Bartolomé nació en Almendral (Ávila), en 1549. Siendo muy niña, murieron sus padres y ella quedó al cuidado de sus hermanos, que la pusieron a cuidar el rebaño familiar. En el silencio, en medio del campo, se recogía en oración y sentía la presencia del Niño Jesús, que le hacía compañía. 

Cuando tenía 17 años oyó hablar de Teresa de Jesús, que había fundado un monasterio en Ávila, y quiso unirse a ella, pero sus hermanos se opusieron. Tras muchas dificultades, pudo hacerlo cuando contaba 21 años. 

Pidió ser hermana "lega". Normalmente, eran personas que no sabían leer ni escribir, por lo que no podían rezar el oficio divino con las demás monjas, por lo que se dedicaban a los servicios humildes en las comunidades y no tenían voz ni voto en los capítulos provinciales. Santa Teresa no quería ese tipo de monjas en sus conventos, porque pretendía que todas aprendieran a leer y escribir y que todas fueran iguales, con los mismos derechos y deberes, pero tanto insistió Ana, que terminó cediendo y ella fue la primera monja "lega" en los conventos del Carmelo descalzo.

Fue compañera de la santa en sus fundaciones, así como su secretaria y enfermera. De hecho, santa Teresa murió en sus brazos y sus compañeras la consideraron la heredera del carisma teresiano. A santa Teresa le gustaba decir: "Yo tengo la fama, pero la hermana Ana es la santa".

La beata Ana de san Bartolomé marchó a Francia, para iniciar allí la fundación de los monasterios teresianos. Pasó después a Flandes y fundó en Amberes el monasterio en que pasó sus últimos años, muy apreciada y venerada por toda la ciudad. Allí fue amiga y consejera de la infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y soberana de los Países Bajos. Los generales de los tercios de Flandes le pedían consejos y oraciones, y al menos en dos ocasiones ellos y toda la ciudad de Amberes consideraron que gracias a sus oraciones la ciudad se salvó de los asedios a los que la habían sometido los protestantes. Así lo reconoce la infanta en las cartas al rey de España, en las que afirma que las autoridades civiles, eclesiásticas y militares la reconocían como la liberadora de la ciudad.

Como santa Teresa, se caracterizó siempre por su profundo amor a la Iglesia y a las almas. En sus poesías y en sus otros escritos se aprecia la profundidad de su vida interior. Murió el 7 de junio de 1626, que ese año coincidió con la fiesta de la Santísima Trinidad. Fue beatificada en 1917.

Padre santo, que revelas tu grandeza en la humildad de tus siervos, tú nos has dado en la beata Ana de san Bartolomé un ejemplo de caridad y de paciencia; concédenos, por sus méritos, que, imitando la vida de Cristo y amando a nuestros hermanos, vivamos según tu beneplácito. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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