Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 27 de julio de 2022

San Tito Brandsma. Biografía


El 27 de julio se celebra la fiesta de san Tito Bransdma (1881-1942), carmelita holandés, fundador de escuelas, profesor de filosofía e historia de la mística, escritor, traductor, periodista, fundador y director de periódicos y revistas, conferenciante, cofundador y rector de la universidad católica de Nimega, delegado del episcopado holandés para la prensa y presidente de la unión de periodistas católicos, defensor de la libertad de la escuela y de la prensa, opositor al nazismo y mártir en un campo de concentración. 

Él era consciente de sus capacidades y en la estampa de recuerdo de su ordenación escribió una frase: “Mucho se le pedirá a quien mucho se le ha dado”. Siendo todavía novicio tradujo del francés un libro de más de 300 páginas con una antología de textos de santa Teresa de Jesús. Siendo estudiante de filosofía fundó su primera revista para estudios científicos religiosos y literarios, en la que publicó muchos artículos. También colaboró con otros periódicos y revistas, tanto religiosos como seculares. Con 26 años publicó una edición en holandés del Libro de la Vida de santa Teresa. Más tarde organizó exposiciones misioneras con libros, proyecciones y conferencias por todo el país. Fundó la escuela comercial de Oss, envió propuestas sobre educación que se debatieron y aprobaron en el parlamento holandés, fundó la unión de escuelas católicas, de la que fue presidente hasta su muerte. Pronto comenzó a dar clases a los estudiantes carmelitas y más tarde en la facultad de filosofía y letras de la universidad de Nimega, de la que fue cofundador y catedrático cuando contaba 42 años, además de director de la colección de libros de investigación que la misma publicaba. Dio conferencias en casi todos los conventos carmelitas de Estados Unidos, así como en varias universidades del país (en 1935 no era muy normal viajar al extranjero para dar cursos).

Sus primeras biografías se titularon “Ese frailecillo peligroso” (tomado de un informe de las SS) y “El periodista santo”, porque esta fue la causa última de su condena: oponerse a que los periódicos católicos publicaran los escritos que el nazismo obligaba a insertar en todos los periódicos y quitar el título de “católico” a un periódico que las comenzó a publicar, haciendo que la gente dejara de comprarlo, por lo que tuvieron que cerrarlo. La Inter Christian Organization of the Media (ICOM), con sede en Ginebra, concede cada tres años un premio con el nombre de “Titus Brandsma Award” a periodistas o instituciones que se han destacado en la defensa de la ética periodística, de los derechos humanos o de la libertad de expresión.

Curiosamente, realizó todas estas actividades y muchas otras a pesar de tener poca salud y estar casi siempre enfermo. Ya de niño no podía ayudar en los trabajos de la granja familiar, en los que colaboraban sus tres hermanas y su hermano menor con su padre y su madre. Él tenía que limitarse a ordenar las herramientas y hacer pequeños recados.

Cuando, con 12 años, manifestó al párroco franciscano que quería ser fraile y sacerdote, este le dijo: “Tú eres un chico demasiado brillante para ser franciscano. Tienes que hacerte jesuita, porque ellos podrán ofrecerte los medios necesarios para formarte y hacer de ti una gran figura de nuestro tiempo”. El caso es que estudió seis años en el colegio preparatorio de los franciscanos y terminó haciéndose carmelita a los 18. En informe oportuno para ser admitido, su párroco escribió: “Tiene una débil constitución física, que necesitará cuidados especiales, pero es inteligente y juicioso, ama el estudio y es un generoso amigo de nuestro Señor. No hay que temer por su vocación”.

Más tarde, ya en el Carmelo, tuvieron que dispensarle de levantarse por la noche para el oficio de maitines. Quería ser misionero, pero no se lo permitieron por su delicada salud. Al terminar el cuarto año de teología no le admitieron al grado de “lector de teología”, que tuvo que posponer. Más tarde, en Roma comenzó al mismo tiempo estudios de filosofía y de sociología en la Gregoriana, aunque se debilitó tanto que sus superiores le prohibieron dedicar más de ocho horas diarias al estudio y le obligaron a sacar solo una de las dos carreras en las que se había matriculado, tampoco pudo superar en el momento oportuno el examen de doctorado y tuvo que reponer sus fuerzas antes de presentarse a una segunda convocatoria. También en su viaje a estados Unidos tuvo que parar su actividad e ingresarse en un hospital.

En su discurso de investidura como rector magnífico de la universidad católica de Nimega, en 1932, afirmó: "Entre las numerosas preguntas que me hago, ninguna me preocupa tanto como el enigma de por qué el hombre, que se halla en vías de desarrollo y se siente orgulloso de sus conquistas, se aleja de Dios de forma tan notable. ¿Es culpa solo de los que actúan de este modo? ¿Se nos exige a nosotros hacer algo para que Dios brille de nuevo sobre el mundo con una luz más clara?"

Estos interrogantes son más actuales que nunca. ¿Qué puedo hacer yo para dar testimonio de que Cristo está vivo y sigue siendo el único salvador del mundo? San Tito no se limitaba a condenar a los ateos y a los enemigos de la Iglesia, como hacía la mayoría de sus contemporáneos, sino que los miraba con la misma compasión que Cristo y se preguntaba qué podía hacer por ellos. Nunca consideraba a nadie como un caso definitivamente perdido.

Incluso trató siempre con misericordia a sus verdugos en el campo de concentración de Dachau y pidió por ellos y por su conversión hasta el último momento. Uno de sus últimos escritos, ya en la cárcel, acerca de por qué los holandeses se oponían al nacionalsocialismo, termina con una bendición de Holanda y Alemania, para que “estos dos pueblos vuelvan a caminar en paz y en libertad…”.

La enfermera que le puso la inyección letal que acabó con su vida dio un testimonio fundamental para el proceso de beatificación. Él era plenamente consciente, pero siguió mirándola con misericordia y pidiendo a Dios que la bendijera con la gracia más preciosa: la de encontrarse con su amor, para poder rectificar los errores que estaba cometiendo. 

Tito Brandsma es un ejemplo de unión armoniosa de la pasión por Dios y la pasión por la humanidad, de la contemplación y el trabajo apostólico.

Ante el entusiasmo con el que explicaba a santa Teresa de Jesús y a san Juan de la Cruz, un conocido escritor de la época le preguntó si era carmelita calzado o descalzo, a lo que el padre Tito respondió que intentaba combinar ambas posibilidades, siendo por el día calzado y por la noche descalzo. 

Hablando de san Juan de la Cruz, escribió: «Ciertamente nosotros no miramos hacia él, como hizo el prior del monasterio de la antigua observancia de Segovia, como un signo de oposición, sino más bien como un vínculo de unidad, que nos congrega a todos, calzados y descalzos».

Un pastor protestante que compartió con él el campo de concentración y que fue invitado a declarar en el proceso de beatificación, escribe: «Nosotros como reformados tenemos ciertas reservas respecto a las beatificaciones y canonizaciones especiales. Esto no impide, sin embargo, que os mande gustosamente algunas impresiones. De lo que sigue puedo ofrecer total garantía: todos los colegas hablaban con gran estima y respeto de Tito Brandsma. Su conocido poema refleja su plena confianza en Dios. Recuerdo todavía que lo encontré en el baño uno o algunos días antes de su muerte. En aquel momento sabía que tenía que partir. Estaba en plena paz y resignación. Me regaló sus últimos cigarros. Como pastor protestante, puedo testimoniar que Tito Brandsma era un hijo de Dios por la gracia de Jesucristo. Espero volver a verlo en el cielo».

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