Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 25 de junio de 2021

Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes


Las lecturas del domingo 13 del Tiempo Ordinario, ciclo "b", nos ponen de frente al misterio de la vida y de la muerte. 

En la primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, se afirma que "Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera". Pero, de hecho, cada día hacemos experiencia de que la muerte está presente en el mundo y que afecta a nuestros seres queridos y nos afecta a nosotros.

Ante la muerte de un ser querido, todos nos encontramos como el jefe de la sinagoga del que habla el evangelio, que llora por la muerte de su niña de 12 años. 

No importa si la persona que muere es joven o anciana. Si la amamos de verdad, la separación siempre es difícil.

Las plañideras dicen a Jairo: "Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?" Piensan que ante la muerte ya no hay nada que hacer, aparte de llorar.

Pero Jesús responde: "No temas; basta que tengas fe" y devuelve la vida a la niña. Esta es la palabra que necesitamos escuchar: "No temas; basta que tengas fe".

No comprendemos totalmente el misterio de la muerte (ni tampoco el de la vida), pero tenemos fe en Jesús que nos dijo: "El que cree en mí no morirá para siempre". En el momento oportuno, él nos dirá las palabras que se leen en este evangelio: "Talitha qumi. Contigo hablo, ¡levántate!"

Esta es nuestra esperanza para nosotros y para las personas que amamos: el amor de Dios es más fuerte que la muerte, por lo que la muerte no puede tener la última palabra.

Digamos con santa Teresa de Jesús: "Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero / que muero porque no muero".

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