Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 17 de julio de 2023

17 de julio. Beatas mártires de Compiègne


Cuando la revolución francesa degeneró en el periodo que se conoce como “el terror”, se prohibió la práctica del cristianismo y se declaró ilegal la vida religiosa. Las carmelitas descalzas del monasterio de Compiègne se ofrecieron a Dios como víctimas, implorando la paz para la Iglesia y para Francia.

Aunque fueron expulsadas de su monasterio, siguieron viviendo como religiosas en casas privadas, renovando cada día su consagración.

El 24 de junio de 1794 fueron encarceladas y tratadas con sorprendente crueldad por sus carceleros. Ellas comunicaban el gozo de su espíritu y su total entrega a la divina voluntad a los demás detenidos, a quienes exhortaban a robustecer su fortaleza con el amor de Dios.

En el juicio las acusaron de “fanáticas”. Una de las religiosas preguntó al presidente del tribunal qué entendía por aquella palabra. Él respondió: “Entiendo por esa palabra su apego a esas creencias pueriles, sus tontas prácticas de religión”.

Condenadas a muerte por su inquebrantable fidelidad a la Iglesia y a la vida religiosa, fueron guillotinadas en París, el 17 de Julio de 1794, mientras cantaban himnos de alabanza a Dios. Antes de subir al patíbulo, renovaron su profesión religiosa en manos de la priora, Teresa de San Agustín. Fueron beatificadas en 1906.

Oración colecta. 

Padre santo, que elegiste a la beata Teresa de san Agustín y a sus hermanas carmelitas para que, fortalecidas con la gracia de tu Santo Espíritu, llegaran desde la soledad del Carmelo hasta la palma del martirio; concédenos que te amemos con fidelidad y lleguemos, como ellas, hasta la contemplación de tu belleza en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Oración sobre las ofrendas. 

Padre celestial, al celebrar la muerte gloriosa de tus vírgenes, las carmelitas de Compiègne, te ofrecemos el memorial de la pasión de tu Hijo, que da al martirio cristiano todo su valor y fundamento. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración después de la comunión. 

Padre celestial, alimentados, con el Pan de vida eterna, te pedimos que infundas en nuestro espíritu la misma fortaleza interior que las vírgenes carmelitas de Compiègne recibieron en este banquete eucarístico, para que, como ellas, sepamos confesar con valentía nuestra fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Tal como he explicado otras veces, sor María de la Encarnación ansiaba el martirio, para manifestar su amor y fidelidad a Jesús, pero fue la única superviviente. Escribió una relación de los acontecimientos, dando testimonio de todo lo que vivieron las hermanas. Ese texto es el que sirvió de fundamento a las obras posteriores:

La primera, que las dio a conocer al gran público fue la novela escrita en 1932 por la alemana Gertrud von Le Fort «La última en el cadalso».

En 1949, el francés Georges Bernanos transformó la novela en obra de teatro con el título «Diálogos de carmelitas».

En 1957 Francis Poulent hizo una ópera musical con el mismo título. Ese mismo año se estrenó la versión italiana en el teatro «La Scala» de Milán y la versión francesa en el «Théâtre National de l'Opéra» de París. 

El año 1960 se giró una película en blanco y negro absolutamente imperdible para los cristianos (hay otras dos versiones posteriores de la misma película, pero la original es de una calidad suprema), que, además de describir la vida cotidiana de las religiosas, con sus grandezas y sus conflictos relacionales, así como el drama personal de sor Blanca, con sus temores y debilidades, reflexiona sobre el valor que se necesita para ser fieles a la propia conciencia en momentos difíciles.

Especialmente emotivas son las escenas finales, en las que la religiosa valiente, que quería morir mártir, tiene que renunciar a entregar su vida por Cristo, para que el Carmelo pueda renacer, y la novicia miedosa, ignorante del drama de su hermana, con un gesto de gran valor ocupa voluntariamente su lugar.

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